Opinión

Francisco José Pérez

8 de marzo

6 de marzo de 2018

Una historia de liberación que continúa siendo necesaria

En colaboración con Dani Antón y María Pérez, militantes de la JOC y miembros de la Delegación de Pastoral Obrera.

Se acerca una fecha cuyo trasfondo nos anima a ser partícipes y protagonistas de una historia de liberación que continúa siendo necesaria. La Pastoral Obrera, como Iglesia encarnada en el mundo obrero, debemos estar siempre del lado de las personas oprimidas y excluidas de este sistema capitalista y patriarcal. En este contexto, el 8 de marzo Día internacional de la Mujer Trabajadora, no nos deja olvidarnos de que la mujer sigue siendo todavía hoy víctima de dos desigualdades que constituyen dos grandes pecados estructurales de esta sociedad: la desigualdad económica y la de género, y nos invita a sumarnos a esta lucha de liberación, como rostro de Dios encarnado en las más desfavorecidas.

Hoy, las mujeres levantan la voz para denunciar injusticias que sufre su dignidad:

  • Cobramos menos por realizar el mismo trabajo que los hombres, una brecha salarial que se sitúa entre el 23 y el 30%, lo que supone trabajar 60 días gratis o trabajar 10 años más.
  • Tenemos más dificultades de encontrar empleo: dos millones de mujeres quieren trabajar y no pueden; su tasa de paro es del 18,35 frente al 14,97% de los hombres.
  •  La pobreza tiene rostro de mujer. Las mujeres asumimos el 72,6% de los contratos temporales y más de dos millones de mujeres trabajamos a tiempo parcial lo que nos convierte en trabajadoras y pobres.
  • Seguimos marginadas de los puestos de responsabilidad. Más del 85% de las responsabilidades siguen copadas por profesionales masculinos (INE, 2016), colocando a las mujeres ante un techo de cristal invisible. Aunque somos el 60% de las personas con estudios superiores, solo el 14% estamos en puestos de alta dirección.
  • La maternidad nos penaliza en el mercado de trabajo. A la hora de que nos contraten, de mantener el puesto y de promocionarnos… y cuando nos jubilamos, de media, recibimos 400€ menos de pensión. Y 3 de cada 4 prestaciones no contributivas las percibimos las mujeres.
  • Las mujeres seguimos ocupándonos de los cuidados, realizando multitud de cargas y tareas que impiden una conciliación real entre trabajo y familia.  2 millones de mujeres en España ni tienen ni buscan empleo por encargarse de los cuidados, frente a 130.000 hombres; el 89% de las personas que optaron por trabajar a tiempo parcial, para cuidar personas dependientes, son mujeres. Usamos el 98% de los permisos por maternidad y el 94% de las excedencias por cuidados. Y, cuando una mujer no puede conciliar, otra mujer, de la familia o contratada, es la que se encarga de los cuidados.
  • Sufrimos una violencia de género estructural insoportable que atenta directamente contra la vida. Un total de 55 mujeres han sido asesinadas en 2017, siendo la punta del iceberg de este enorme problema social. Mientras, la publicidad perpetúa los roles tradicionales de desigualdad y discriminación, consolidando esa violencia.

¿Cómo es posible que la brecha salarial, el techo de cristal, la precariedad, el acoso y la violencia sean el día a día en todo el mundo para las mujeres?

Por eso el próximo jueves 8 de marzo queremos pararlo con una Huelga Feminista convocada en más de 150 países. Una huelga que va más allá del ámbito laboral y se extiende a los cuidados, el consumo, el ámbito asociativo y estudiantil.

Y son varios los temas que se quieren visibilizar, entre ellos, la asimétrica distribución del trabajo doméstico no remunerado. Tareas del hogar, como limpiar, hacer las compras, cocinar y cuidar a niños, niñas, adultos, mayores, personas con discapacidad… recaen, mayoritariamente, en las mujeres; y es trabajo no remunerado que aparece dentro de la esfera de lo privado y lo personal aunque es fundamental para que funcione el sistema productivo en el que vivimos.

Las mujeres han sido relegadas a permanecer en casa y señaladas o directamente excluidas si intentaban trabajar o participar en la vida pública, han luchado desde hace siglos por abrirse paso en la sociedad, acabando con las leyes y prejuicios que les impedían emanciparse. Hoy en día en nuestras sociedades democráticas, la teoría dice que tenemos igualdad de oportunidades, pero la práctica no demuestra lo mismo. Una gran cantidad de estigmas aún presentes, una educación sexista que percibimos a través de los medios, la cultura y nuestras propias acciones cotidianas provoca que las mujeres acaben cargando con la mayor parte de los cuidados. Esto les impide desarrollarse laboralmente y en igualdad de oportunidades que los hombres.

Así que tiene que llamarnos la atención  la asimetría de los cuidados. La mayoría de mujeres que trabajan, realizan dobles jornadas: en el empleo y en casa. Cuando una mujer quiere participar políticamente de alguna manera o comprometerse sindical o asociativamente, se le suma una tercera jornada. Gran parte elige o tiene más fácil acceder a trabajos ligados con los cuidados, tareas en las que se paga peor. En general, trabajan menos horas en el mercado, especialmente quienes tienen hijos o familiares dependientes. Y ante la dificultad de conciliar, y la falta de provisión de servicios públicos, muchas familias contratan a otras mujeres para que realicen las tareas del hogar o apelan a servicios mercantilizados, y habitualmente en pésimas condiciones laborales. Además, no podemos obviar la deuda de los cuidados: mujeres migrantes que vienen, dejando a sus familiares en sus países de origen, para cuidar a los hijos, hijas, familiares dependientes de otras y tener un salario que ofrecer a los suyos. La forma de avanzar de las mujeres, en este sistema patriarcal y capitalista, es a costa, muchas veces, de que otras tengan trabajos mal pagados. Y tenemos que cambiarlo. Queremos luchar por una sociedad y un sistema nuevos, que rompa con la desigualdad, y ponga en el centro el cuidado de la vida y de las personas. De todas las personas.

Muchas economistas feministas plantean el problema de la sostenibilidad de la vida, para qué se vive, si el objetivo es generar ganancia o generar bienestar. Al igual que desde Pastoral Obrera nos preguntamos desde hace tiempo ¿Trabajamos para vivir, o vivimos para trabajar?

“No podéis servir a Dios y al Dinero…”

A estas evidencias de desigualdad se suman todas las violencias que la mujer sufre en diferentes ámbitos de su vida. Una sociedad que nos vende una imagen hipersexualizada de la mujer, como objeto de consumo en portadas de revista, publicidad y canciones es perpetuadora y cómplice de las preocupantes relaciones tóxicas, posesivas y violentas que vivimos. La punta del iceberg de todo esto son todos los casos de violaciones y asesinatos. En 2017, 55 mujeres fueron asesinadas por sus parejas.

Ante estas situaciones discriminatorias, Jesús nos propone otro tipo de relaciones. Unas relaciones personales de fraternidad que pongan en práctica el sentirnos hijos e hijas de Dios. Y también unas relaciones sociales de justicia que pongan en el centro la vida, y se basen en el amor y la misericordia, como imposición del Reino de Dios en la Tierra.

Por ello, desde la Pastoral Obrera de la diócesis de Zaragoza:

  • Reivindicamos un cambio de sistema económico y social, que no anteponga el trabajo productivo al reproductivo, y valore como se debe los cuidados como pilar fundamental de la sostenibilidad de la vida y la dignidad humana.
  • Exigimos a las instituciones la puesta en marcha de políticas efectivas para paliar la desigualdad de género en nuestra sociedad, visibilizando y apoyando a las mujeres, luchando contra la discriminación laboral y realizando planes de formación y empleo para mujeres. Se trata de romper barreras y prejuicios que arrastra nuestra sociedad desde antaño.
  • Pedimos una conciliación familiar real, que permita trabajar y realizar cuidados al mismo tiempo, favoreciendo el reparto de tareas entre mujeres y hombres.
  • Condenamos todo tipo de violencia contra la mujer, física, psicológica y sexual, así como todo aquello que sirve para normalizarla: música, publicidad, lenguaje…
  • Luchamos por una educación y concienciación social que nos permita demoler las barreras invisibles entre los dos sexos, rompiendo los roles de género tradicionales y promoviendo una equidad en la diversidad que nos permita desarrollarnos libremente como hijos e hijas de Dios.
  • Por último, exigimos también a nuestra Iglesia que avance de una vez por todas en este sentido y acabe con el machismo estructural que todavía conserva. Exigimos que mujeres y hombres tengan el mismo peso en nuestra comunidad y que se acoja la diversidad sexual y familiar como una riqueza de nuestro pueblo.

En este sentido, la Pastoral Obrera se ve llamada a la acción transformadora que nos libere de toda opresión que nos impida desarrollar con plenitud el Reino de Dios. Por ello, nos sumamos a las reivindicaciones que el movimiento feminista lanza en estas fechas y animamos a todas y todos los cristianos a participar de las movilizaciones previstas para el 8 de marzo, y hacer pedagogía en nuestros ambientes llamando  a la sororidad. Podemos parar el mundo, darle la vuelta, que no existan privilegios y que todos y todas tengamos los mismos derechos y oportunidades. Que las mujeres podamos vivir en un mundo libre de violencias machistas.

Como ya dijeron las feministas que nos precedieron. Como lo han venido haciendo. Demostremos que si paramos todas, paramos todo.

 

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