Opinión

Francisco Yagüe

1º de mayo: con vistas a la reconstrucción

30 de abril de 2020

El 1º de mayo del 2020 va a ser uno de los más especiales de las últimas décadas, como cualquiera de las efemérides que rememoremos a lo largo del año. Y, en cualquier caso, creo que deberían de ser motivo para la reflexión y ocasión para replantearnos el futuro como colectivo.

En primer lugar, deberíamos comenzar por abandonar esa perspectiva que normalmente nos domina de autosuficiencia, de antropocentrismo y de fe ciega en la técnica, perspectiva que esta grave crisis sanitaria ha puesto en evidencia con una crudeza que todavía algunos se resisten en asumir.

Al igual que el Cristo Doliente deberíamos acercarnos, cuando menos, y compadecernos con el dolor de todas aquellas personas trabajadoras y sus familias que han sido víctimas directas del coronavirus. Trabajadores y trabajadoras que han fallecido contagiados en su ámbito laboral, en centros de salud, residencias, pero no sólo en el sector socio-sanitario sino también otros muchos en actividades esenciales como farmacias, cuerpos de seguridad, supermercados, sector de los cuidados o del transporte, y también sacerdotes acompañando el dolor de tantas víctimas.

Personas trabajadoras que no han abandonado su puesto de trabajo para continuar al servicio de la comunidad y que han puesto en evidencia trabajos que hasta ahora pasaban desapercibidos, o eran minusvalorados, limpiadoras, repartidores, auxiliares geriátricas, cajeras, reponedoras, etc. La crisis sanitaria los ha puesto en los primeros lugares, cuando el mundo los había colocado en los últimos.

En segundo lugar, en un momento histórico en el que parecía que la historia de la humanidad se acercaba al control absoluto de la producción, a través de la inteligencia artificial y de la robotización, la pandemia global provocada por el COVID-19 nos obligó a paralizar prácticamente todas las actividades a nivel mundial y el poder del ser humano se reubica de nuevo, para recordársele que tiene límites y que sus actos tienen una íntima relación con la armonía de la madre naturaleza. Y precisamente son las actividades del cuidado las que salen reforzadas frente a las robotizadas y automatizadas.

A partir de ahí, las consecuencias a nivel laboral de la crisis sanitaria podrían no tener parangón en varias décadas. Los ERTE tramitados en Aragón podrían estar afectando a más de 80.000 personas trabajadoras. Y según el Instituto Aragonés de Estadística (IAEST), el paro registrado en Aragón a último día de marzo de 2020 se sitúa en 72.481 personas. En el último año la tasa de variación ha sido un 10,81%, superior a la tasa nacional (9,01%).

Por ello, sin ahondar en la descripción del panorama en materia de desempleo y mercado laboral que dejará la crisis sanitaria que estamos viviendo, me atrevo plantear la cuestión en términos de reconstrucción, ya que posiblemente el panorama que nos encontremos sea desolador en cuanto a número de desempleados, pero también en cuanto a tejido empresarial y productivo.

Sería importante plantearnos algunas claves para afrontar, en este 1º de mayo, dicha reconstrucción, basadas en la Doctrina Social de la Iglesia.

El principio del bien común.

Una sociedad que, en todos sus niveles, quiere positivamente estar al servicio del ser humano es aquella que se propone como meta prioritaria el bien común, en cuanto a bien de todos los hombres y de todo el hombre”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1912)

El destino universal de los bienes

Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y los pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad.” (Gaudium et spes, 69)

La subsidiariedad, la participación y la solidaridad.

Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por las lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos”. (Juan Pablo II, Centesimus annus, 48).

La participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia». (Juan XXIII, Pacem in terres)

La solidaridad es también una verdadera y propia virtud moral, no un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”. (Juan Pablo II, Solicitudo rei socialis, 38)

La dignidad del trabajo.

La finalidad del trabajo, de cualquier trabajo realizado por el hombre —aunque fuera el trabajo más corriente, más monótono en la escala del modo común de valorar, e incluso el que más margina—, sigue siendo siempre el hombre mismo”. (Juan Pablo II, Laborem exercens, 6)

Relación entre trabajo y capital.

La posesión de los medios de producción se vuelve ilegítima “cuando o sirve para impedir el trabajo de los demás u obtener unas ganancias que no son fruto de la expansión global del trabajo y de la riqueza social, sino más bien de su limitación, de la explotación ilícita, de la especulación y de la ruptura de la solidaridad en el mundo laboral” (Juan Pablo II, Centesimus annus, 43)

Remuneración justa y distribución de la renta.

La remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común” (Gaudium et spes, 67)

Por último, nos cabe también la contextualización que recientemente realizó el Papa Francisco sobre la actual situación y cómo ésta podía afectar al mundo del trabajo.

Así, el Papa Francisco, mediante una carta dirigida el Domingo de Resurrección a los movimientos y organizaciones populares, denuncia que los trabajadores pobres “han sido excluidos de los beneficios de la globalización” pero no de sus consecuencias negativas: “los males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente”. Y les anima a imaginar un proyecto de desarrollo humano integral cuando pase la crisis.

Basándose en el ejemplo de los movimientos populares, anima a todos a estar cerca de los trabajadores pobres, “desde las periferias olvidadas creando soluciones dignas”. Destaca de las organizaciones populares, el trabajo por el bien común y por los derechos a la tierra, techo y trabajo, frente a la actitud más común donde se les “mira con desconfianza por superar la mera filantropía, a través la organización comunitaria o reclamar por sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja de los que detentan el poder económico”.

El Papa hace una defensa de los sectores laborales que sufren mayor precariedad, siendo consciente de cómo ellos han sido golpeados con más fuerza por la crisis, por el confinamiento, incluso considera que quizá sea el momento de un salario universal que pueda salvar esta situación:

Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja. Los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado. Ustedes, trabajadores informales, independientes o de la economía popular, no tienen un salario estable para resistir este momento … y las cuarentenas se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”.

Para acabar, recuperemos la reflexión que esta experiencia pueda provocar en nosotros y todo su aprendizaje a pesar del dolor, sobre todo de las víctimas, y, como decía al principio, que desde la humildad consigamos leer los signos de los tiempos para reconstruir nuestro mundo laboral desde la voluntad del Padre.

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