“Donde no hay garantía de acceso al agua, cualquier debate sobre los derechos humanos es inútil y abstracto”. Esto se dijo en un Foro de Trabajo sobre el Agua convocado por el Vaticano y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) en Madrid en diciembre pasado.
El agua. Nuestro cuerpo es, en más del 70%, agua. Este dato es suficiente para valorar la importancia esencial del agua en la vida humana. Y que, por tanto, el acceso al agua sea un derecho humano esencial para vivir dignamente o, sencillamente, para vivir.
El primer alimento que necesitamos es el aire, y el segundo el agua: y estamos contaminando mucho los dos, pero sobre todo el agua. El agua, que debería ser patrimonio universal y exclusivo de toda la humanidad, se ha convertido en un negocio más de los dueños del dinero. Se está privatizando sin pausa. A causa del cambio climático va a ser, cada vez más, un bien escaso.
El agua debe llegar a todos. Hay agua para todos. Pero no llega a todos. No es cuestión de ponernos a dar cifras de los millones y millones de personas para los que resulta difícil, muy difícil, prácticamente imposible, disfrutar de un agua potable limpia, sana. Esta es una de las causas más importante de la mortalidad infantil en el mundo empobrecido. Solo pensar en los momentos en que hemos pasado sed y no teníamos agua a nuestro alcance, nos puede dar una idea, aunque lejana, de lo que supone la falta de agua o solo tener a nuestro alcance agua sucia, contaminada. Hasta morir de sed.
“En España desperdiciamos a través de lo que tiramos en alimentos un total de 131 litros de agua por persona y día, una cifra preocupante” (Alejandro de Blas. Dicho en el Foro del Agua). ¡Por persona y día… 131 litros de agua desperdiciada! Más que preocupante. Cuestión de vida o muerte para muchos. ¿Cómo es posible? Es una simple pregunta a la que cada uno podemos y debemos respondernos.
¿Que no desperdicias, que no desperdicio tanto? Es igual. Aunque no podemos olvidar que los alimentos que tiramos tienen un porcentaje alto de agua, especialmente la fruta y verduras frescas.
Que no desperdiciemos, tú o yo, los 131 litros de agua por día, no nos debe dejar tranquilos. Por eso, lo imprescindible es pasar a la acción. Aunque sea a pie de calle. Porque, a pie de calle, se da nuestra personal colaboración ante esta y otras muchas realidades positivas o negativas de nuestro mundo. Para afianzar las positivas y disminuir las negativas.
A pie de calle, podemos preguntarnos cada día cuánta agua hemos desperdiciado hoy. ¿Por qué? ¿Cómo puedo-debo no malgastar tanta agua, reducir su consumo?
A pie de calle, sugerimos, educamos a personas cercanas, familiares, amigos, alumnos, sobre la importancia del agua y su uso responsable y solidario.
A pie de calle, cuidar la naturaleza, los árboles de la ciudad… ser creativos para descubrir posibilidades de usar de modo nuevo el agua…
A pie de calle, cerrar antes el grifo, no dejarlo abierto sin necesidad, no pasarse en la cantidad de agua para limpiar o lavar la ropa, una ducha con menos agua, no dejar los vasos medio llenos, agua reutilizada para otros usos, etc. etc…
“El agua es primordial y, sin embargo, por desgracia, no todos tienen acceso a ella, por lo que es perentorio que se distribuya mejor y se gestione de forma sostenible y racional” (Papa Francisco al Foro).
Tu aporte y mi aporte… a pie de calle, sin duda.
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